No es fácil la tarea. A medida que se conoce la real situación
del país, causada en gran parte por el gobierno anterior, podemos ver más allá
de la punta del iceberg. Un estado aparatoso y desbordado en el gasto, un déficit
fiscal de proporciones bíblicas, unas fuerzas armadas sometidas por el temor a
la persecución judicial, una total desconfianza en las instituciones, y sobre todo, un estado general de crispación de
los ánimos, son los vicios del potro que va a tener que amansar la administración
Duque.
Y con un agravante; estamos en una sociedad que se odia. La
cohesión social, fue destruida completamente por la alianza Santos – Farc -
Izquierda. Y es que precisamente es la izquierda colombiana quien ha encontrado
su mina de oro. Un sector de la población, odia todo lo que represente el otro
sector. Por esta vía, vemos como usan a su militancia (que no es ajena al
estado de crispación y por ende, proclive a los actos violentos) para torpedear
a quien esté tratando de gobernar en municipios y departamentos. Pero también la
usan para evitar que las desastrosas administraciones que han estado a su
cargo, respondan por sus actos. El odio como espada y como escudo.
Pero también son los medios de comunicación, quienes por la
vía de los odios personales de quienes los encabezan, acusan y atacan, fungen como sicarios morales,
en una clara decisión comercial. En el gobierno Santos para mantener su línea de
suministros abierta, pues la cantidad de dinero destinada a pauta era astronómica,
y en este gobierno, en un vergonzoso síndrome
de abstinencia.
Es así que el legado del presidente Juan Manuel Santos, se
puede resumir en tres grandes aspectos. Un estado en cuidados intensivos
financieros, una sociedad que se odia, y unos medios de comunicación castrados
en su función de informar y ser un contrapoder.
Entonces creo que la tarea más importante que tiene el
presidente Duque y su equipo de gobierno, es la de reconstruir la cohesión
social; lograr que la sociedad en medio de sus lógicos disensos esté de acuerdo
en lo fundamental (el progreso del país) y quitar del paisaje la política del
odio. Y para ello tiene que gobernar para todos, y a pesar de todos. No puede
caer en el mismo error del gobierno anterior haciendo del tema Farc una
monoagenda. Todo el esperpento que significa el acuerdo de La Habana, es apenas
uno de nuestros tantos problemas (y no necesariamente el más urgente de
resolver), el cual habrá que abordar con la seriedad, paciencia y juicio
requeridos para su mejor resolución. Un problema
generado en ocho años, no se resuelve en tres meses, aunque el deseo de la
gente sea ese.
Este gobierno tendrá que ser un poco sordo (así suene
contradictorio) y concentrarse en su estrategia de manejo de esta crisis. En
una época donde todo el mundo tiene una “idea mejor” (acompañada de la descalificación
inmediata de quien no la comparta), una sordera temporal resultaría beneficiosa.
Y la sociedad deberá ser paciente y poner de su parte; el
desastre dejado por el anterior inquilino de la Casa de Nariño es grande y requerirá
tiempo, sudor y lágrimas corregirlo. Paciencia. Y es que el logro de ese
objetivo tendrá como efecto colateral, impedir que esa misma izquierda anacrónica,
violenta y prototiránica, acceda al poder en 2022. Esto es una maratón, no los
100 metros planos.
Rodrigo Gallo
@AlegreBengali
AD: Quizá para lo único que no hay espacio en el momento actual,
es para la inmediatez. Llegó la hora de hacer la tarea, despacio y con buena
letra.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar