Por fin va tomando cuerpo presente la conspiración más
grande de la historia de Colombia. El diario El País de Cali, recoge unas
declaraciones de Juan Manuel Santos, que al ser leídas entre líneas, dejan al
descubierto la más alta, de una consuetudinaria lista de traiciones: ““He
autorizado que dos veces 'Timochenko' vaya a Cuba (…) La contraparte también
tiene que consultar sus decisiones, es parte del proceso”, dijo el Mandatario
en el marco de la XXIII Convención Fasecolda, en Cartagena. Agregó que así
como sus líderes negociadores van a la Casa de Nariño a hablar del proceso, los
jefes de la guerrilla pueden conocer de cerca los avances del mismo.”
En el corto párrafo anterior, palabras más, palabras
menos, Juan Manuel Santos está igualando la dignidad del Presidente de la
República con la de un capo del narcotráfico, e igualando a una nación
democrática con un vulgar y sanguinario grupo narcoterrorista. A los ojos de
este ciudadano del común que no es perito en asuntos jurídicos, estas
declaraciones configuran una alta traición a la patria. Colombia, como estado y como sociedad, ha
sufrido por algo más de cinco décadas el accionar violento de un grupo de
delincuentes, que escudados en unas supuestas reivindicaciones sociales, han
construido la empresa criminal más grande del mundo, a expensas de la sangre de
los colombianos. Son incontables los crímenes que las Farc han cometido, como
es inconmensurable su nivel de crueldad y cinismo. Aquí se han cometido perversiones que más
parecen sacadas de un cuento de terror que de la vida real y aun así, sin pudor
alguno, un concierto de políticos, periodistas, y pseudointelectuales que posan
de líderes de opinión, están empeñados en convencernos contra todo sentido
común, que las Farc tienen una “férrea voluntad de paz” –palabras de Armando
Benedetti-, y que son ciudadanos que producto de una negociación, pueden ser
sujetos de perdón y redención, y que pueden ser útiles en la construcción de un
país en paz. Nada más alejado de la
realidad. Un hombre que es capaz de sacar del vientre de la madre a un no
nacido y tirárselo a unos perros, no tiene redención posible. Un hombre que es
capaz de atacar a machete a una niña de 13 años por haberse escapado de su
cuadrilla, no tiene redención posible. Un hombre que es capaz de enviar niños
bomba, de usar niños para sembrar minas antipersona y de asesinar a quienes se
opongan al reclutamiento de menores en sus zonas de influencia, no tiene
redención posible. Este tipo de comportamientos solo deben ser merecedores de
un permanente aislamiento de la sociedad. Sin embargo, a estos engendros son
los que Juan Manuel Santos considera dignos de perdón y olvido. Si esto no es
traición a la patria, no sé qué pueda serlo.
Otro asunto no menos grave, que se desprende de todo el
suceso de los viajes de Timochenko, es el atropello flagrante al ordenamiento
jurídico nacional e internacional por parte del señor Santos y los dictadores
Raúl Castro y Nicolás Maduro. Sobre el criminal
Rodrigo Londoño Echeverry, pesan decenas de órdenes de captura vigentes y una
circular roja de Interpol, lo que no ha sido talanquera, para que en Venezuela
y Cuba se le acoja y proteja, y para que desde Colombia se consienta, e incluso
se exhorte a que así se haga. Es necesario que los organismos multilaterales de
justicia internacional investiguen este comportamiento delictuoso y demuestren
que son capaces de llorar por los dos ojos, no solo por el izquierdo. Si al
señor Santos le parece de importancia que este sanguinario criminal participe
del sainete habanero, debe por lo menos observar las formalidades jurídicas y
hacerlo de frente a la nación. Claro, consciente del profundo y mayoritario
rechazo que su insultante proceso genera en los ciudadanos, trata de hacerlo a
su manera, es decir, subrepticiamente y con trampas. Y como si eso no fuera lo
suficientemente escandaloso, es tan bellaco, que ordena a la fuerza pública que
lo persigan, poniendo en riesgo la vida de sus subalternos; y no han sido pocos
quienes la han perdido en esta persecución, mientras él conoce todo el tiempo
sus movimientos y su paradero e incluso lo protege autorizando sus visitas a
Cuba. De nuevo, si esto no es traición a la patria, no sé qué pueda serlo.
Aplicando la observación de la tendencia, no es
difícil concluir que las cosas van de mal en peor para la sociedad colombiana,
que en últimas, va a ser la que pague con su bolsillo y con sus venas, el costo
de entregarle la patria a los terroristas (posconflicto que llaman algunos
perversos). A estas alturas es mi deseo ser repetitivo pues es mi esfero, lo
único que tengo como mecanismo de protesta y por tal razón, como ciudadano
colombiano exijo al gobierno de mi
país, que los narcoterroristas de las
Farc se capturen, judicialicen y encarcelen, y que si se oponen a ello, sean
dados de baja por las armas legitimas de la nación. Que Dios nos bendiga.
Rodrigo
Gallo
@AlegreBengali
Ad: Es alarmante la facilidad con la que el periodista
Mauricio Pichot, en estado histerico pudo acercarse para agredir al hombre más
amenazado de este país. Hoy fue un golpe con un micrófono: mañana puede ser un
proyectil que acabe con la vida de Álvaro Uribe Vélez. A revisar esquemas pues…
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