Poco a poco se van sincronizando las condiciones propicias para que la tiranía comunista, disfrazada de tercera vía o de socialismo del siglo XXI – ustedes escojan el disfraz –, por fin acceda al poder total en Colombia. Y una cuestión trágica que se observa al analizar los acontecimientos es que todavía, y a pesar de la colección de botones de muestra, muchos compatriotas siguen creyendo que no es posible que ello ocurra. Esgrimen varias razones; que Colombia no ha sido tierra fértil para las dictaduras, que es una exageración afirmar que estamos en los albores del castrochavismo e incluso, que la rancia oligarquía colombiana jamás cederá el poder. Adicionalmente, muchos compatriotas tienen una muy robusta esperanza en que el ordenamiento jurídico internacional (léase Estatuto de Roma) no permite impunidad ni participación política para los criminales de lesa humanidad. Sigamos creyendo que la luna es pan de queso.
La reciente aprobación, por una
abrumadora mayoría, para que Venezuela ocupe una silla en el Consejo de
Seguridad de la ONU, es suficiente para derrumbar de un solo envión esa
esperanza. El hecho de que un respetable
organismo multilateral (hoy día dudo de su respetabilidad) como la Organización
de Naciones Unidas, haya elegido a un régimen asesino y opresor comandado por
interpuesta persona (léase Nicolás Maduro)
por Fidel y Raúl Castro para tener un voto en el Consejo que supone ser
la salvaguardia de la seguridad global, deja muy claro que lo que no defendamos
los colombianos con nuestras propias actuaciones, no lo van a defender las naciones
extranjeras. No hace falta mucha agudeza
para reconocer que las manos de los hermanos Castro, las del en buena hora
fallecido Hugo Chávez, y en general las de todo el régimen que hoy oprime a
nuestra hermana Venezuela, están completamente manchadas con la sangre de los
hijos de la patria de Bolívar. Un
régimen que ha asesinado sistemáticamente a sus contradictores y ha pauperizado
a una de las naciones con más recursos petrolíferos del mundo, que ha
emprendido una brutal represión en contra de un legítimo movimiento
estudiantil, que ha acogido a los más sanguinarios narcoterroristas que haya
conocido la humanidad (léase Farc), y que se ha lucrado directamente del
negocio del narcotráfico, ha sido premiado con una silla que debería estar
reservada para gobiernos comprometidos con la preservación de la
democracia. Realmente, no puedo decir
más que un “apague y vámonos”.
¿De esta comunidad internacional es que
esperamos protección jurídica ante el proceso claudicatorio que ha emprendido
Juan Manuel Santos? Si esas son sus esperanzas, permítame ofrecerle mis más
sentidas condolencias, estimado compatriota.
Están entonces, como lo exprese al inicio, sincronizándose todas las
condiciones propicias; en la cabeza del ejecutivo un hombre proclive a la
claudicación del estado, el poder judicial completamente infiltrado por una
izquierda anacrónica y reaccionaria - siendo muy significativo el ejercicio del
Fiscal General de la Nación como defensor de oficio de las Farc - y un poder
legislativo (con notables pero contadas excepciones) navegando entre las
marismas de la mermelada y el afecto al cartel narcoterrorista. A lo anterior, sumemos que el cuarto poder está
plagado de esferos y micrófonos mercenarios, cuyos variopintos patrones van
desde el corrupto ejecutivo hasta el asesino cabecilla, y como ya lo expuse,
una comunidad internacional incapaz de ejercer sus deberes misionales, desviada
y cooptada por las chequeras de algunos regímenes esclavistas. Todo está en contra de la patria y no podemos
entonces, exhibiendo un impostado optimismo, convertirnos en instrumentos de la
desgracia. Lo que no defendamos hoy, no
tendremos derecho a llorarlo mañana, y un muy buen primer paso sería no seguir
actuando como si nada pasara, no seguir creyendo que las innumerables voces de
alerta exageran y sobre todo, no seguir creyendo que todo está perfecto y que
la luna es pan de queso.
Rodrigo
Gallo
@AlegreBengali
Ad: Recordemos además, que en cabeza de
uno de tantos inservibles organismos multilaterales se encuentra Ernesto
Samper, el presidente que le vendió la dignidad nacional al cartel de Cali. De
verdad, ingenuos si no…
0 comentarios:
Publicar un comentario