Este artículo se encuentra originalmente publicado en www.laotraesquina.com
Gracias al vertiginoso avance de las nuevas tecnologías, y soportada en
ellas, la inmediatez de la información, la humanidad está haciendo un tránsito
irreversible desde la aldea, hacia el orbe. Ahora mismo, para conocer de primera mano lo que sucede en
el antípoda, solo necesitamos un pequeño artilugio electrónico y una conexión a
internet. Así de sencillo. Y aun cuando
este tránsito, contribuye de manera significativa a nuestra
evolución como especie, genera en el ser
humano, una comprensible necesidad de identificarse ante sus congéneres, y creo
yo, que la más arraigada de las identidades, sin duda alguna, es la
nacionalidad. Pero así como los seres
humanos, como individuos, nos
identificamos ante el mundo desde nuestro concepto de nacionalidad, la sociedad
conglomerada en una nación, busca identificarse también ante el orbe. Y ahí estamos los colombianos, reconocidos
ante el mundo entero como “los cafeteros”.
Creo, a manera de ejemplo, que
ninguno de los 22 integrantes de la selección colombiana de futbol, ha sembrado en su vida un cafeto, y sin
embargo, escuchamos en los programas
deportivos de las cadenas internacionales, que se refieren a la amarilla, como
la selección cafetera. Lo anterior nos
ilustra, que gracias al monumental y decidido esfuerzo de las 558.000 familias
cafeteras y su ejemplar sistema de organización gremial, este hermoso país logró tan anhelada
identidad. Y no estamos hablando de
cualquier bagatela. Gracias a esos
abnegados campesinos, yo, que soy un llanero
que lo más cercano que conoce del café, es el par de cerreros que me tomo en la
mañana, puedo decir cuando estoy en el extranjero, con el pecho henchido, que
“nosotros” producimos el café más suave del mundo. Si, nosotros, yo me meto en
esa colada, y usted también puede, porque
gracias a esta noble bebida y a sus honorables cultivadores, tenemos esa
identidad ante el mundo entero. De ese monumental tamaño es el logro.
Reflexionemos; démosle todo el valor
que tiene la frase “Colombia produce el café más suave del mundo”. Creo, desde mi profunda ignorancia, que este
reconocimiento, no solo se debe a las especiales prácticas culturales de sus
productores, que le confieren
fisiológicamente esta característica. En
mi parecer, también es atribuible a la constante y denodada labor hecha desde una juiciosa organización gremial. Sin duda alguna, La Federación Nacional de
Cafeteros es merecedora de sonoros aplausos.
Pero, lamentablemente, esta organización se ha ido pervirtiendo con el paso
del tiempo; ha dado un misterioso giro,
mutando en un parasito que vive de los cafeteros. Cultivadores humildes y minifundistas, como
lo son en su mayoría, quienes deberían recibir todos los beneficios de un
robusto gremio, resultaron manteniendo, a costa de su propio bienestar, a unos infames burócratas que se adueñan de
los recursos, merced a inverosímiles salarios, y al disfrute de lujos y
prebendas que ya quisieran gozar los ejecutivos de las más grandes
multinacionales. Estos depredadores,
tienen al sector cafetero, sumido en una profunda crisis. Hoy la Federación no tiene el musculo
necesario para afrontarla, gracias a que estas amebas que se tomaron por asalto
la entidad, la debilitaron de tal manera, que hoy día, peligra su
supervivencia.
La comunidad cafetera está pidiendo a gritos su reestructuración, para
retornarla a su lustroso pasado, de entidad al servicio del gremio. Y ahí es donde, coloquialmente, la marrana
tuerce el rabo. Surgen en esta coyuntura, como en casi todos los recientes
males de nuestra patria, las nefastas
figuras de Juan Manuel Santos y su
escudero Gabriel Silva Luján. A este par de señores – no sé si sean
merecedores de tal termino -, se les atribuye el haber convertido la Federación, en un ineficiente fortín burocrático, al
servicio de sus amigos de ocasión. Es
tanta la podredumbre que los cafeteros vislumbran al interior de la misma, que
difícilmente, estos dos nombres saldrían bien librados de una necesaria
investigación, previa a un serio y juicioso proceso de depuración y
reestructuración.
Ha empezado a correr entre el gremio, el fuerte rumor, quizá no muy lejano
de la verdad, que el Presidente Juan Manuel Santos, en una demagógica maniobra,
va a hacer todo lo posible por acabar con la Federación de Cafeteros de Colombia,
malversando el deseo de esas 558.000 familias y aprovechando para sí, la
oportunidad de acabar de un tajo, con toda evidencia en su contra. Desde esta humilde trinchera, desde la voz de
este colombiano de a pie, me permito emitir una alerta. Hay que estar con los ojos muy bien puestos
en las acciones del truhan, y en ningún caso permitirle, si la información es
fehaciente, que acabe con la institucionalidad cafetera. Todos los
ciudadanos tenemos la obligación moral, con
el gremio que nos ha dado identidad mundial, de manifestarnos en procura del
cuidado de sus intereses. No se le
ocurra señor Presidente, pretender
acabar con nuestra caficultura, porque va a encontrar en su camino, a
toda una nación cafetera dispuesta a impedirlo.
Rodrigo Gallo
@AlegreBengali
Fotografiá tomada de www.colombiatravel.com
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