Más que preocupantes resultan las declaraciones insolentes,
por decirlo menos, de Pablo Catatumbo.
Además de ser un escupitajo en la cara del gobierno Santos, es un aviso
de lo mal encaminado que va este proceso y atendiendo a la sabiduría popular,
lo que mal anda, mal acaba.
Es una mera cuestión de sentido común, que el hecho de
sentarse a una mesa de negociación con la esperanza de que fructifique, debe
partir de algunos de los siguientes principios a saber: A) Al menos una de las partes considera que la
vía armada es una vía caduca. B) Se
reconoce por las partes la necesidad de poner fin a una situación. C) La
negociación debe atender exclusivamente al interés de terminar con la situación que motiva
a sentarse a dialogar. D) Si bien la discreción es necesaria, todo lo que se va
a tratar en la mesa debe ser de público conocimiento y la información que se le
va a brindar a la sociedad debe ser cuando menos coherente y unificada. Aunque
sean varias las partes protagonistas, es una sola mesa.
Ninguno de los anteriores principios se tiene en cuenta en
La Habana, por lo menos eso es lo que un ciudadano puede interpretar con las
señales recibidas. Como primera medida
la sociedad colombiana en su mayoría no considera que la vía de derrota militar
de los narcotraficantes sea imposible. Prueba de ello es que el señor Santos
resulto elegido presidente por nueve millones de colombianos que consideramos
que por lo demostrado por Álvaro Uribe, si es posible someter a los facinerosos
al imperio de la ley por la vía del uso legitimo de las armas por parte del
estado. Que nos quieran vender el sofisma de interpretar el mandato constitucional de la paz como una
obligación de dialogo es muy insultante. El dialogo es una vía para alcanzar la
paz, no la única. Y de hecho es una vía que con estos criminales ha demostrado
ser infructuosa. Recordemos La Uribe, Caracas, Tlaxcala y El Caguán. De la
misma manera, una parte de las declaraciones de Catatumbo, en buen castellano
se resume en un “esconderemos las armas si ustedes ceden a nuestras pretensiones y si eso cambia, las podremos volver a retomar”. Ergo, ellos consideran viable aun la vía de
las armas.
Por otra parte esta negociación no atiende al exclusivo fin
de la situación actual que también bajo un sofisma nos la quieren vender como
un conflicto o guerra civil, pero que no es otra cosa que la legítima
persecución del estado a un grupo de narcotraficantes armados ejerciendo
terrorismo. A ojo de buen cubero los
intereses que mueven la mesa son por una parte, los deseos de Juan Manuel de
reelegirse y pasar a la historia con una grandeza que ni en sus mejores sueños
podrá conseguir y por otra parte, los deseos de las farc de sacudirse de la
peor derrota histórica que le ha infligido el estado colombiano cuando logró,
bajo el gobierno Uribe, que estos
criminales fueran percibidos por la comunidad internacional como lo que
realmente son, un grupo narcoterrorista con altos estándares de crueldad y cinismo.
Y por último la cereza del pastel. Insisten en un proceso a espaldas del pueblo
colombiano, con la táctica del tapen tapen, con la constante desinformación que
de manera lógica causa desconfianza. No
hay que ser un genio para saber que aunque el gobierno de manera estúpida ceda
a toda pretensión para lograr estampar la firma en un papel y aunque todo el
aparato judicial se arrodille e indulte a los mercenarios de la cocaína, el
pueblo colombiano jamás va a perdonar los crímenes de las farc, principalmente
porque la sociedad no es estúpida y reconoce que lo que menos hay en estos
sujetos es una verdadera voluntad de verdad, reparación y justicia. Y menos va a tolerar el ciudadano de bien que
los que tienen sus manos manchadas con la sangre de sus compatriotas vayan a
ser mañana los adalides de la moral y la decencia social. Quieren una referencia? Analicen como Gustavo Petro, Guillermo
Asprilla y León Valencia por traer a colación algunos ejemplos, tienen la
capacidad de despertar antipatías y desazón en el ciudadano corriente cuando haciendo
caso omiso a su negro pasado, quieren convertirse en los censores de los que
hasta hace pocos años fueron sus víctimas.
Aunque se firme un papel, la historia recordara que el circo
de La Habana fue el más estruendoso fracaso de Colombia en la búsqueda de la
paz.
PD: Es tan traído de los cabellos este proceso, que algunos
hasta hemos empezado a encontrarle algún lado positivo al nefasto Caguán.
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