jueves, 16 de mayo de 2013

EL CIRCO DE LA HABANA


Más que preocupantes resultan las declaraciones insolentes, por decirlo menos, de Pablo Catatumbo.  Además de ser un escupitajo en la cara del gobierno Santos, es un aviso de lo mal encaminado que va este proceso y atendiendo a la sabiduría popular, lo que mal anda, mal acaba.

Es una mera cuestión de sentido común, que el hecho de sentarse a una mesa de negociación con la esperanza de que fructifique, debe partir de algunos de los siguientes principios a saber:  A) Al menos una de las partes considera que la vía armada es una vía caduca.  B) Se reconoce por las partes la necesidad de poner fin a una situación. C) La negociación  debe atender exclusivamente al interés de terminar con la situación que motiva a sentarse a dialogar. D) Si bien la discreción es necesaria, todo lo que se va a tratar en la mesa debe ser de público conocimiento y la información que se le va a brindar a la sociedad debe ser cuando menos coherente y unificada. Aunque sean varias las partes protagonistas, es una sola mesa.

Ninguno de los anteriores principios se tiene en cuenta en La Habana, por lo menos eso es lo que un ciudadano puede interpretar con las señales recibidas.  Como primera medida la sociedad colombiana en su mayoría no considera que la vía de derrota militar de los narcotraficantes sea imposible. Prueba de ello es que el señor Santos resulto elegido presidente por nueve millones de colombianos que consideramos que por lo demostrado por Álvaro Uribe, si es posible someter a los facinerosos al imperio de la ley por la vía del uso legitimo de las armas por parte del estado. Que nos quieran vender el sofisma de interpretar el  mandato constitucional de la paz como una obligación de dialogo es muy insultante. El dialogo es una vía para alcanzar la paz, no la única. Y de hecho es una vía que con estos criminales ha demostrado ser infructuosa. Recordemos La Uribe, Caracas, Tlaxcala y El Caguán. De la misma manera, una parte de las declaraciones de Catatumbo, en buen castellano se resume en un “esconderemos las armas si ustedes ceden a nuestras pretensiones y si eso cambia, las podremos volver a retomar”.  Ergo, ellos consideran viable aun la vía de las armas.

Por otra parte esta negociación no atiende al exclusivo fin de la situación actual que también bajo un sofisma nos la quieren vender como un conflicto o guerra civil, pero que no es otra cosa que la legítima persecución del estado a un grupo de narcotraficantes armados ejerciendo terrorismo.   A ojo de buen cubero los intereses que mueven la mesa son por una parte, los deseos de Juan Manuel de reelegirse y pasar a la historia con una grandeza que ni en sus mejores sueños podrá conseguir y por otra parte, los deseos de las farc de sacudirse de la peor derrota histórica que le ha infligido el estado colombiano cuando logró, bajo el gobierno Uribe,  que estos criminales fueran percibidos por la comunidad internacional como lo que realmente son, un grupo narcoterrorista con altos estándares de crueldad y cinismo.

Y por último la cereza del pastel.  Insisten en un proceso a espaldas del pueblo colombiano, con la táctica del tapen tapen, con la constante desinformación que de manera lógica causa desconfianza.  No hay que ser un genio para saber que aunque el gobierno de manera estúpida ceda a toda pretensión para lograr estampar la firma en un papel y aunque todo el aparato judicial se arrodille e indulte a los mercenarios de la cocaína, el pueblo colombiano jamás va a perdonar los crímenes de las farc, principalmente porque la sociedad no es estúpida y reconoce que lo que menos hay en estos sujetos es una verdadera voluntad de verdad, reparación y justicia.  Y menos va a tolerar el ciudadano de bien que los que tienen sus manos manchadas con la sangre de sus compatriotas vayan a ser mañana los adalides de la moral y la decencia social.  Quieren una referencia?  Analicen como Gustavo Petro, Guillermo Asprilla y León Valencia por traer a colación algunos ejemplos, tienen la capacidad de despertar antipatías y desazón en el ciudadano corriente cuando haciendo caso omiso a su negro pasado, quieren convertirse en los censores de los que hasta hace pocos años fueron sus víctimas.   

Aunque se firme un papel, la historia recordara que el circo de La Habana fue el más estruendoso fracaso de Colombia en la búsqueda de la paz.   

PD: Es tan traído de los cabellos este proceso, que algunos hasta hemos empezado a encontrarle algún lado positivo al nefasto Caguán.

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