jueves, 9 de enero de 2014

EL GOBIERNO DE LA DESVERGÜENZA

Este artículo se encuentra publicado originalmente en www.laotraesquina.co

http://www.laotraesquina.co/politica/409/el-gobierno-de-la-desverguenza

Que equivocado estaba cuando le endilgué,  de manera peyorativa, el titulo de Emperadorcito a Gustavo Petro. Y no porque el terrorista indultado no lo merezca, sino porque en nuestra frenética realidad nacional, hay un personaje que bien podría, por antonomasia, encarnar tan triste título nobiliario. Juan Manuel Santos, ha hecho todos los meritos para que su fotografía aparezca ilustrando las acepciones de esta palabra. En la figura del Presidente Santos, se configura el gobierno de la desvergüenza. Ejemplos de tal comportamiento hay por montones, así que trataré de apelar a una recién nacida, y por tanto, poco efectiva capacidad de síntesis, para no extenderme haciendo aburrida esta columna.

Desvergonzadamente, el gobierno Santos, ha pretendido hacer pasar como suyas, una serie de obras de infraestructura que realmente fueron concebidas, proyectadas, y reservadas presupuestalmente en el gobierno de Álvaro Uribe, con el agravante que, en muchos de los casos han sido groseramente recortadas en su capacidad inicial, y perversamente retrasadas, con el único objeto de hacer coincidir en los tiempos electorales, por una parte, la necesidad comunitaria de tales obras, y por otra, la visibilización de la ejecución de las mismas. Un uso electoral desvergonzado de lo que en realidad, es lo misional de un gobierno.  Un emperadorcito que no solo se apropia de obras ajenas, sino que las deja premeditadamente inconclusas y castradas en su capacidad, para con ello, seguir generando la necesidad  y ofrecerlas como si de un regalo se tratara. Vil.

Sin asomo de sonrojo,  o cuando menos, de algo de pudor, el gobierno Santos se ha convertido en un experto maquillador de las cifras socioeconómicas y de los indicadores de gestión, aprovechando la complejidad que representa para la mayoría de la población, la correcta interpretación de las mismas.  Valiéndose de la fatídica muletilla, “Como nunca antes en la historia” y de los flamantes mercenarios que a su servicio tiene en los medios de comunicación, Santos quiere orientar a las personas del común, a creer que la ejecutoria de este gobierno, nos lleva por el camino de convertirnos en la Noruega latinoamericana, cuando la realidad descarnada que las cifras desnudas nos muestran, es que ad portas estamos, de tomar el camino político, social y económico de Cuba y Venezuela.  Si bien para una amplia mayoría de la población es difícil interpretar de manera certera las cifras e indicadores, este país cuenta con una gran cantidad de voces autorizadas que están advirtiendo sobre la falsedad de tales informes; y no son voces de poca monta.  He ahí un agravante. El Emperadorcito o Príncipe de Anapoima como acertadamente le llaman algunos, tiene tan interiorizada su sensación de monarca, que tales denuncias no son objeto de preocupación para él. Sabe bien,  que con su aplanadora judicial y mediática, y con su muy tóxica mermelada, todo tiene una manera de acallarse. Máster en perversión

Pero es entonces cuando empieza a brillar el rubí que adorna la corona del monarca. Se obsequia con una costosísima, intrusiva, mentirosa e insultante campaña publicitaria, basada en los dos anteriores pilares de la desvergüenza.  Se ha vuelto paisaje común, la instalación de vallas publicitarias anunciando falazmente la ejecución de obras.  En Guatapé (Antioquia) a manera de botón, se anuncia pomposamente la construcción de un bloque de las, tan mentadas casas gratis, cuando la realidad es que son obras que están paralizadas hace más de seis meses.  En Chinchiná (Caldas) se invaden sin piedad los predios de los cafeteros para instalar vallas que comunican que “como nunca antes en la historia”, se han ejecutado  obras de infraestructura en el municipio;  obras que realmente y tal como usted lo intuye a estas alturas de la lectura, no existen.  Ejemplifico con solo dos municipios, de los más de mil doscientos que tiene el país, en donde sucede exactamente lo mismo. Multiplique y asómbrese.  Y ni que decir de la constante aparición en televisión de unos espacios comerciales - institucionales, que de acuerdo a las cifras de ejecución presupuestal y de bienestar social que presentan, harían antojar a los dubaities.

La última cifra seria y sustentada, del costo de la publicidad gubernamental, nos habla de alrededor de 1.6 billones de pesos (esta cifra es del año pasado y en mi mente, me la imagino cantada en la voz de Pacheco, presentando el Programa del Millón). Si, de acuerdo, es una cifra que a todas luces, es escandalosa, ya que con estos dineros se habría podido hacer una seria y necesaria inversión social en nuestro país, pero ya ven, estamos gobernados por un Emperadorcito para quien lo único que cuenta, es la imagen.  Un perfecto Narciso.
La descarada persecución judicial y electoral hacia el grupo político que se echó al hombro, la responsabilidad de hacer oposición,  y que se manifiesta ella, con  el absurdo desconocimiento de básicos principios legales,  sentencias y jurisprudencias, no es más que el comportamiento típico de un tirano.  Pero lo más grave de todo, es la impavidez del pueblo colombiano ante semejante combinación de esperpentos. Asiste como convidado de piedra al saqueo del erario y a la supresión de muchas de las garantías ciudadanas, adormecido sí,  por la maquinaria del monarca, pero también por su propia inacción y apatía democrática.  Recordemos la sentencia que reza que los pueblos merecen a sus gobernantes.  Colombianos ¿Quieren ser merecedores de un segundo gobierno de Juan Manuel Santos y el advenimiento del socialismo?

Rodrigo Gallo Lemus

Ad 1: No es extraño que el comportamiento de Santos y de Petro sea tan similar. Son dos dientes de un mismo trinche que se completa con Nicolás Maduro y que hábilmente esgrime Fidel, desde Cubita, la bella Cubita, la de La Habana preciosa… 


Ad 2: El tema de este articulo, es fruto de una amena tertulia con un inmejorable grupo de amigos tuiteros, demócratas y preocupados por el futuro de su nación. A ellos mi gratitud.

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