miércoles, 9 de octubre de 2013

MI ABUELO

Amigos: Como sucede con todo en la vida, el dinamismo de las situaciones lleva a que los hábitos de publicación de este blog varíen un poco a partir de esta semana. Por lo pronto, y antes de poderles comunicar los cambios que ocurrirán a partir de noviembre, deseo compartir con ustedes esta pequeña prosa de mi folclor llanero,  que escribí en homenaje, en primera intención a mi abuelo Luis Alberto (Q.E.P.D), y en general a nuestros ancestros llaneros, hombres de fundamento, quienes hicieron de nuestras pampas, la tierra embrujadora que hoy conquista a Colombia entera. 



MI ABUELO

"Siempre lo veía venir del conuco, bien fuera con un costala’o de yuca o un racimo de topocho. A sus 80 y tantos años caminaba erguido y fuerte, como si el tiempo hubiera pasado solamente por su piel, arrugándola, pero se hubiera congelado en su espíritu y en su templanza. 

Yo no había acabado de tomarme el primer guayoyo y él, ya le había sacado al llano el fruto de su sudor, incluso antes que el sol saliera a bañar la pampa. El sol es más viejo que yo y me da vergüenza que me tope dormido solía decir mi abuelo entre una cálida sonrisa. Y así era, el sol rara vez lo topaba dormido; ni siquiera en las escasas veces en que lo vi de parranda, porque entonces ahí, seguía de largo para verlo salir por el horizonte, silueteando la solitaria palma real que se miraba en el camino de la laguna del hato. 

Era mi abuelo un llanero de condición. Lo mismo montaba un potro cerrero y ordeñaba a medio luto en la madrugada, o iniciaba una larga conversa con el charapo, sacando la tarea en el paradero. Fueron incontables las veces que lo vi salir, montando su potro canelo a recoger los rodeos, como incontables fueron las veces que con su cifra de herrar, dejaba establecido en la pierna de los orejanos, de quién era ese cajón de sabana. 

Pero donde más clarito se manifestaba lo llanerazo del viejo, era cuando de su boca salía una palabra. Si su palabra era un regaño, llegaba con su exacta dosis de enseñanza. Si por el contrario era una palabra de afecto y reconocimiento a la labor cumplida, tenía la noble cualidad de hacerlo sentir a uno el más feliz de los humanos. Si de la boca del viejo salía una promesa,  no se necesitaba más para saber, que ya podía considerarse como un hecho cumplido. 

La palabra de mi abuelo era un documento firmado y notariado con validez en todo el llano. Y fue así hasta el último de sus días, porque mi abuelo, fiel a su promesa de no dejarse topar dormido, murió de madrugada, antes que el sol despuntara. Desde ese día, el llano ya nunca más fue el mismo, el viejo se había ido."


Rodrigo Gallo
@AlegreBengali

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