Después que la Corte Constitucional negara la acción de tutela presentada
por Piedad Córdoba Ruiz, dejando así en firme
el fallo de la Procuraduría General de la Nación , en el que se le
destituye y se le inhabilita para ocupar cargos públicos durante 18 años, lo
que en la práctica se convierte en una muerte política, la vocera del
controvertido movimiento Marcha Patriótica, en una entrevista concedida al
diario El País de Cali, declara con un convencimiento casi religioso, que cree
que llegará a ser Presidente de Colombia.
Leída de manera desprevenida esta declaración, podría pasar por anecdótica
y hasta hilarante si se quiere; para nadie es un secreto que una inhabilidad de
semejante duración, deja fuera de cualquier aspiración política al afectado,
máxime si la motivación del fallo, son
unos hechos de tan extrema gravedad como los probados vínculos de la ex
congresista con el grupo narcoterrorista de las Farc. Ahora, si queremos ir mas allá y leer entre
líneas, estas declaraciones obedecen al profundo desprecio que siente Piedad
Córdoba por la institucionalidad del país, y también por la esperanza, no
falsamente infundada, que le da la consuetudinaria costumbre que la sociedad
colombiana tiene, de premiar al criminal que tenga una clara orientación de
izquierda. Parece ser que en este país, pertenecer, así sea nominalmente, al lado izquierdo del espectro ideológico, le
otorga al sujeto una especie de patente de corso. Lo convierte en un intocable que, en caso de
ser justamente requerido por la ley, se
escuda en una supuesta persecución política para hacerle la más burlesca finta
a la justicia.
Casos abundan; tenemos antiguos
felones ocupando alcaldías, terroristas posando de investigadores y defensores
de los derechos humanos, asesinos sistemáticos de colombianos pretendiendo
apropiarse de la moralidad, desde un micrófono o una pluma. Al anterior panorama, súmese el hecho, del
innegable sesgo que sufre nuestro poder judicial, que lo ha hecho supremamente
diligente a la hora de perseguir criminales de derecha, lo cual dicho sea de
paso, celebro y aplaudo, pero que lo hace de una lentitud rayana en la
complicidad, a la hora de investigar criminales de la otra orilla
ideológica. Visto lo anterior, y
aplicando el coloquial aforismo de “Al son que me toquen, bailo” la señora Córdoba
tiene razones para creer, que pese a la lapidaria sanción que lleva sobre si, puede burlar a toda una sociedad y
convertirse, Dios no lo permita, en presidente de esta dolida patria.
Su carta principal a jugar en este póquer, porque creo que algo le ha
aprendido a su amigo Juan Manuel, es la
consumación del adefesio que el presidente Santos y las Farc están cocinando en
La Habana. Con una izquierda violenta
venida a más, con unos medios de comunicación proclives a tal cocido, con una sociedad
aletargada y con la inminente claudicación del estado ante el narcoterrorismo,
la nefasta figura de la señora Córdoba, se erige como una de las que podría
llegar a ostentar la primera dignidad de
la República, si es que la aberración habanera llega a convertirse en
realidad. De ahí su gran interés, su
insistente discurso, su vehemente deseo de que, pese a los torrentes de sangre
inocente que continúan derramando sus admirados “revolucionarios”, la mesa de diálogos de La Habana continúe su
curso. Por supuesto, su perverso cálculo político, la lleva a buscar el único
camino que puede devolver a la vida su espeluznante proyecto y que no es otro
que la consolidación de los diálogos y la firma del documento final. Reitero que me niego a llamarlo “la firma de
la paz” porque estoy firmemente convencido que lo único que le traerá a este
país, un acuerdo con las Farc, en los términos de entrega y
desinstitucionalización en que está planteado, será una recrudecida
violencia, que seguirá cobrando como presea,
la valiosa sangre de los colombianos.
Este es pues, el escenario que en mi
entender, plantea tan “inocente” declaración y que produce en mi fuero interno,
la necesidad de comunicarlo a mis compatriotas.
Lo hago desde una profunda convicción democrática y sin perder de vista
que, Dios así lo quiera, yo pueda estar completamente equivocado. Considerando lo expuesto, prefiero cometer el
pecado de pregonar una hipótesis errada, que el de callar una posible verdad
que alerte a la sociedad.
Rodrigo Gallo Lemus
@AlegreBengali
Ad: Si el fallo del señor Procurador ha sido tan atacado por los sectores
autodenominados como “amigos de la paz”
es porque, indudablemente, Piedad
Córdoba es un engranaje importante en este macabro contubernio. Recordemos que cuando Ernesto Samper
y Andrés Pastrana, en sus respectivos momentos, dijeron que querían ser
presidentes, también sonó hilarante…
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