En
desarrollo de una tertulia del club del mutuo elogio entre Juan Manuel Santos y
Sergio Fajardo, televisada por Teleantioquia, el Presidente de la República
manifestó un, dijéramos, deseo que tiene para cuando ya no sea mandatario en
ejercicio: “Yo por lo menos cuando
termine esta responsabilidad me quiero dedicar a lo que usted (refiriéndose a Fajardo)
se ha dedicado toda la vida, a ser profesor” Bonitas palabras sin duda alguna, inocentes en principio y
cargadas de una aparente buena intención. Educar, transmitir conocimientos,
contribuir a la formación del individuo.
Loable.
Siendo la docencia uno de los más importantes y
nobles oficios que el ser humano pueda desarrollar, quedé entre perplejo y
estupefacto al leer tales declaraciones, dadas las condiciones morales del
señor Juan Manuel Santos, y me di a la tarea de tratar de analizar los aportes
que a esta sociedad, podría ofrecerle el
señor Presidente desde una hipotética posición como maestro. De ninguna manera
debo desconocer los conocimientos que un hombre de su nivel educativo puede
tener, pero como la docencia no se circunscribe únicamente a la transmisión de
los mismos, sí me parece pertinente ponderar tales aportes desde diversas
aristas de tan honorable profesión.
Al “rompe” de lo que han sido sus actuaciones
públicas, me preocupa sobremanera que el señor Santos no sea para sus
educandos, precisamente un ejemplo de coherencia (tan necesaria en el
desarrollo profesional) pues un hombre que hace promesas electorales usando la
muy puntual metáfora de la firma en mármol y las termina incumpliendo
sistemáticamente, con una, en mi parecer,
perversa precisión, no debería ser digno depositario de la labor de
formación de los profesionales de Colombia.
Un hombre que toma sin reparos la responsabilidad de llevar sobre su
aspiración, las esperanzas e ideales de nueve millones de colombianos y que una
vez elegido, decide echar impúdicamente por la borda tamaño legado es, cuando
menos, sospechoso de cultivar anti valores tan nocivos como la traición, la
mentira consuetudinaria y la desfachatez. Peligroso docente en mi concepto.
De su ejercicio profesional como periodista,
recuerdo con especial fijación una dura columna en la que hacia fundamentadas y
sesudas críticas al régimen dictatorial del fallecido Hugo Chávez Frías, a
quien culpaba de la mayoría de los males del pueblo venezolano y de paso, lo
denunciaba como un felón colaborador y protector de los narcoterroristas
(porque en ese momento los consideraba así) de las farc. A ese mismo periodista
solo le basto la imposición de la banda presidencial para empezar a ver a
Chávez como un demócrata y aliado dilecto para orquestar la entrega de este país
al socialismo teniendo como punta de lanza una mesa de diálogos con las farc,
ahora considerados fuerza beligerante e interlocutores válidos. ¿Que podrían recibir entonces unos eventuales
alumnos, de un profesor que vende sus opiniones? Las vende, sí señor, aunque
suene duro, porque, o vendió esa columna en su momento para poder posicionarse
dentro del gobierno de Uribe, o vendió en este momento su opinión política para
poder llevar a feliz término su demoníaco mamarracho socialista. O todas las anteriores, con él, todo es posible. Pavor me daría, que una hija mía recibiera
clases de tal mercader persa.
La tolerancia y la ponderación en las
reacciones ante la crítica que son parte esencial en el bagaje de todo
profesional, tampoco son activos seguros del Profe Santos. Con justas razones,
el uribismo le ha reclamado el abandono de las tesis que le fueron confiadas,
lo que ha suscitado en él, un súbito florecimiento de epítetos para referirse a
la colectividad que lo arropó. Rufianes de esquina, aves de mal agüero,
tiburones, palos en la rueda, enemigos de la paz (imaginación si tiene) han
sido algunos de los rótulos utilizados para defenderse de las críticas justas,
duras también, pero al fin justas que le han hecho tanto su antecesor, como sus
electores. Ha dispuesto cordones de seguridad con presencia del Esmad, más
dignos de la Beirut de los años 80 que de la pujante y hermosa Medellín de 2013,
destinados a amedrantar a una ciudadanía inconforme que solamente pretendía
propinarle una silbatina. Sabedores de la inquietud e inconformismo de nuestra
juventud ¿qué le puede esperar en un salón de clases al estudiante que no le
trague entero, al estudiante que lo confronte y le desnude sus falencias y
mentiras? Creo que por primera vez daríamos por cierta la famosa frase “Es que
el profe me tiene entre ojos”.
Dios quiera que la manifestación de ese deseo
sea otra de sus publicitarias mentiras, dichas para tratar de jalonar hacia
arriba una imagen que ni la más deliciosa de las mermeladas ha podido mantener
en un rango de digna aceptación. No señor, no creo que Juan Manuel Santos tenga
la madera ni los valores necesarios para ser un buen profesor. Gran favor nos
haría, si al terminar su desastroso mandato, se retira a una vida contemplativa
y silenciosa que puede ser solventada con los jugosos dividendos económicos que le ha dejado su huracanado paso por la presidencia.
Rodrigo Gallo
@AlegreBengali
Ad: Un profesor de gramática llega a su casa y
sorprende a su esposa con otro hombre en la cama. La esposa, temblorosa, le dice “No sé qué
decirte, estoy estupefacta” y el profe, sin perder la compostura le corrige
“No, tu estas perpleja, el estupefacto soy yo”
Fotografía tomada de www.elespectador.com
Excelente análisis de los deseos que puede tener este camaleón troyano mal llamado presidente, dicen que los pueblos se merecen los gobernantes que eligen, pero, por muy malo que sea el pueblo, no merece un engendro como este que tenemos como presidente ... el señor juan manuel santos calderón.
ResponderEliminarLa verdad tal y como la padecemos actualmente los Colombianos, estimado Rodrigo. Y, en aras de mi experiencia como educador, seria terrible que Juan Manuel Santos mancillara esta digna profesión, respetada desde los griegos hasta nuestros días.
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