Así empezaba la “planeación” de los partidos de futbol en el recreo en
pleno año 1982. Cursaba quinto de
primaria y el ídolo de todo el colegio era el mágico 10 de la selección Brasil
dirigida por Tele Santana, el gran Arthur
Antunes Coimbra “Zico”. Para los críticos
de la época era el mejor jugador del mundo y la selección que integraba era el
mejor Brasil de toda la historia incluso
por encima del de México 70 con Pele a bordo.
Hoy aun hay gente del futbol que lo sigue considerando así.
Yo, que no pude ver en tiempo real al rey Pele y de cuya monarquía
no tengo dudas, pero que vi en toda su calidad a Zico y luego en la misma década
a jugadores de la talla de Maradona, Platiní, Rumennige, Elkjaer Larsen y Gregorz
Lato por nombrar algunos de los mejores de los Ochenta sigo quedándome con la
imagen del brasileño, del Pele Blanco como fue llamado en su momento, como el
mejor jugador de futbol de la historia después de Pele. Siendo esta una calificación subjetiva por
supuesto, ya que depende del gusto particular del evaluador y aunque no ganó ni
un solo título mundial como si lo hicieron Maradona, Zidane, Rivaldo, Ronaldo, Del
Piero e Iniesta hizo de su combinación de la exquisita técnica de un 10 y el
poder goleador de un 9 una maquina de jugar al fútbol que quedo para siempre
grabada en la historia.
Así las cosas, en el año 1982, regresamos de vacaciones de
mitad de año todos los muchachos de mi curso maravillados por esa selección Brasil
y todos sin excepción, queriendo ser
Zico cuando el timbre sonaba para salir al recreo e ir al potrero que quedaba atrás,
más conocido como la loma, a disputar un intenso picado de 40 minutos. Y
venia la repartición de nombres y el sorteo de cancha que cobraba crucial
importancia porque la loma era eso, una loma, donde el equipo que perdía el
carisellazo tenía que jugar cuesta arriba y no podía ser Brasil.
Y henos ahí, seis o siete
muchachos del equipo que había ganado el sorteo de cancha que dejábamos de ser
estudiantes de quinto de primaria para convertirnos en Zico, Socrates, Falcao, Toninho Cerezo, Junior
y Eder. El arquero, bueno el arquero quedaba “rabón” porque no podía ser Dino Zoff, le tocaba ser
Valdir Perez. Normalmente el otro equipo
escogía ser Italia y su arquero era el único feliz. Era todo un proceso que se hacía rápida pero
sagrádamente antes del partido y los nombres se escogían a la suerte, con la condición
de que al que le había tocado ser Zico ayer, no podía serlo hoy.
Ese era el impacto que el Galinho, como también le decían a
Zico en su amado Clube de Regatas do Flamengo, tuvo en mi generación. Hoy no
hay cuarentón que no haya sido Zico en algún partido de su infancia. Yo todavía, jugando PES, en mi interior soy
Zico.
0 comentarios:
Publicar un comentario