jueves, 24 de julio de 2014

EL CINISMO DE LOS ASESINOS

Es necesaria una gran dosis de paciencia para poder asistir a la nueva realidad de Colombia sin sentirse profundamente triste o enérgicamente malhumorado.  Mientras el gobierno Santos basó toda su campaña de reelección en utilizar la innegable necesidad de paz que tiene esta sufrida nación y sobre esa plataforma intentar vender su vil proceso de diálogo con la narcoterrorista Farc,  esta temible organización colaboró haciendo su papel en el sainete. Una vez reelegido Juan Manuel Santos,  vuelven a su inicial postura que combina la arrogancia de los criminales que designaron como negociadores en La Habana, con el recrudecimiento de las acciones terroristas.

El cinismo mostrado por las Farc no debe ser causa de sorpresa.  Normalmente los asesinos que producto de su constante degradación moral, llegan al punto de sentir placer con la ejecución sus crímenes, y que además consideran que para conquistar sus objetivos es completamente válido acabar con media humanidad si es menester, muestran su deplorable y descompuesta condición moral con esa cara; la del cinismo.   Nunca he considerado la posibilidad de que los cabecillas de las Farc se hayan creído su discurso de reivindicación social y lucha por el pueblo, como si lo consideran algunas vertientes de la opinión pública.  En mi parecer,  estos temibles asesinos son de un pragmatismo extremo y saben que la combinación de los enormes caudales de dinero que produce el negocio del narcotráfico, con  la usurpación del discurso social y la protección de un gobierno amigo, es perfecta para acceder al único negocio que es más rentable que el de las drogas ilícitas y la minería ilegal; el poder.

Las Farc jamás, como ellos bien lo confirman en sus intervenciones en los medios, han renunciado a la lucha por la conquista del poder, pero he aquí la médula de todo este asunto.  ¿El poder para qué? Según su trasnochado discurso, que además ha servido como alijo de las famosas revoluciones del pensamiento diferente y hasta para la famosa tercera vía – eufemismos usados para referirse al comunismo asesino -, persiguen el poder para ejecutar en la nación unas profundas reformas sociales que lleven a mejorar sustancialmente la calidad de vida de los nacionales, vía repartición equitativa de la riqueza. Muy bonita mentira. 

Estas bandas de narcotraficantes y mercenarios sin ideología alguna, llámense Farc, ELN, Bacrim, Paramilitares y otros grupos de similar raigambre, ven en el poder el negocio perfecto.  Tienen en el espejo de los Castro, los Chávez y los Putin, la más clara referencia de cómo el poder sirve para enriquecerse de una manera monumental con la complacencia de la pérfida comunidad internacional, teniendo a sus connacionales divididos en dos grupos diferenciados de personas.  Por una parte, un conglomerado de borregos que los aman como a dioses producto de la adoctrinación continúa ejercida por las fuerzas de izquierda, y que son felices comiendo de las migajas que caen de la mesa de los poderosos, y por otra parte, una ciudadanía pensante que intenta oponerse pero que es doblegada por la vía de la persecución mediática, judicial y armada.   En esta marisma, sobreaguan los otros mercenarios. Los que vendiendo sus micrófonos, sus tizas y pizarrones, sus plumas y sus voces al régimen, disfrutan de una serie de privilegios económicos que les serán mantenidos siempre que sean constantes y aplicados en el lamido de la bota del dictador. 

No estamos entonces descubriendo el agua tibia. Ha pasado en todas las latitudes donde el pensamiento diferente ha llegado al poder.  Colombia, lamentablemente está inmersa en este proceso, con dos agravantes: 1. El grupo que pretende llegar al poder es una bandola de asesinos de la peor calaña, con unos estándares de violencia nunca antes vistos en la historia contemporánea, y 2. Cuenta con un gobierno proclive a sus pretensiones, que les está allanando el camino.   Panorama muy oscuro el que se avizora, grave en grado sumo y con muy pocas probabilidades de ser evadido. De nuevo, que Dios nos bendiga

Rodrigo Gallo Lemus
@AlegreBengali

Ad: El primer paso para acorralar a la población que pretenden gobernar, es encarcelar, desterrar o en último caso asesinar, a quienes puedan ser los líderes de oposición. Aquí ya empezaron.


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