Siempre me negué a ver las series
de televisión o las películas que le hicieran fiesta y bombo a la cultura del
narcotráfico de nuestro país; debido a esto me privé de muchas conversaciones
en torno a ellas. Esta decisión la tomé
porque, como muchos colombianos, viví de cerca la violencia del más temible
narcotraficante visto hasta ese momento, Pablo Escobar Gaviria, y no tenia
deseos de ver nada que le hiciera apología, ni a este personaje ni a su estilo
de vida.
Cuando era apenas una
adolescente, me fui a estudiar a Bogotá. Mis padres, preocupados por mi
seguridad, me enviaron a una residencia del Opus Dei, donde viví con muchas universitarias,
una de ellas la hija del Coronel Valdemar Franklyn Quintero, quien en ese
momento era el Comandante de la Policía de Medellín.
Para quienes no lo recuerdan, en
ese momento Pablo Escobar le tenía precio a las cabezas de todos los policías
de Colombia, y el padre de mi amiga fue uno de los asesinados por él. Todavía
recuerdo con terror los gritos de mi amiga el día que la llamaron para decirle
que su padre había muerto. Fue el mismo día del magnicidio de Luis Carlos Galán
Sarmiento, infeliz coincidencia que ha llevado al olvido la muerte de este
héroe de la Patria.
Durante ese semestre en 1989,
Pablo Escobar puso bombas en El Espectador, en el Das, en un avión de Avianca… fueron
muchos días de tener que despertar con los estruendos de sus bombas.
Hace unas semanas me recomendaron
que viera la serie Narcos en Netflix. Yendo contra el propósito que me hice, decidí
verla y tengo que confesar que quedé enganchada, porque por un lado dejaron de
lado la apología del delito, mostrando a
un Escobar psicópata, como era en vida real, y por otro me respondieron
preguntas que hace años rondaban por mi cabeza y que a su vez originaron nuevas
preguntas.
Cuando terminé de ver el último
capítulo de la temporada me propuse establecer qué tanto de lo que allí se
contaba era realidad y qué tanto era ficción, la que por razones obvias es
utilizada en estas series para propósitos dramáticos (no porque nuestra
historia requiriese de más drama).
En esa búsqueda, di con algunos
videos en YouTube del jefe de sicarios de Escobar, Jhon Jairo Velásquez Vásquez,
alias Popeye. Él, para los que no estén al
tanto, participó, según sus propias palabras, en casi 300 homicidios directamente e
indirectamente en más de 3.000; acompañó al capo en su reclusión de lujo en la
Cárcel la Catedral, en su fuga, y finalmente se entregó a la justicia colombiana,
que le impuso una pena de 23 años y tres meses de prisión.
Popeye tiene la particularidad de
decir sus verdades, sin preámbulos, sin adornos y sin azúcar. Contesta las preguntas como si fuera una
persona sentenciada a muerte.
Noté que con todo y su
disposición de hablar la verdad, hay muchos temas interesantes que quedan en el
aire, unos porque probablemente aún quiere mantener asuntos en secreto para sacar
a la luz a su debido momento y otros, respecto de los cuales los periodistas no están dispuestos a preguntar, tal vez por temor a
las respuestas.
Por esa razón, decidí contactar a
Popeye directamente. Le escribí a su correo electrónico proporcionado en su
perfil de YouTube.
Mi primer correo fue corto, sin
muchos preámbulos. Con un encabezado que
decía “Pregunta sobre el Palacio de Justicia”;
le pregunté si había sido el M-19
o Pablo Escobar quién había tenido la iniciativa para tomarse el Palacio.
Cuando lo envié pensé para mis
adentros que no contestaría, por los centenares de correos que debe recibir al
día. Para mi sorpresa, minutos después recibí una respuesta: “La iniciativa fue
del M-19… Pablo propuso que se tomaran el Congreso de la República, siempre
decía, “las verdaderas ratas están allá”, y lo decía con absoluto conocimiento,
él había estado reunido con ellos” (sic).
Con esta respuesta cayó el primer mito que tenía, pero daba lugar
a manifestarle esto: Todos dicen que fue Escobar porque estaba interesado en
que se destruyeran sus archivos guardados en Palacio. Me respondió: “Es solo
especulaciones de la prensa, Escobar no le interesaba quemar archivos, al igual
se los volvían a hacer. A él lo que le interesaba era menguar la resistencia
del estado, y ponerlo a sus órdenes…. Le digo algo más… el en Medellín escondió
a los líderes del M-19…. Se lo digo porque lo se…. No me atrevo a decir nada
que no ajuste a la verdad...” (sic).
Esa frase, “a él lo que le
interesaba era menguar la resistencia del estado y ponerlo a sus órdenes” me
motivó a escribir esta columna.
Pablo Escobar logró en su
momento, a través de la violencia, arrodillar a todo un país para lograr una
reforma constitucional que acabara con la extradición. Hoy las FARC hacen lo mismo a través de sus
crímenes por todos conocidos. Lo
inexplicable para millones de colombianos es que una guerrilla que ya exhalaba
su último suspiro lograra arrodillar al gobierno de Juan Manuel Santos, que se
doblegó concediéndole beneficios insostenibles ante la ley penal internacional,
y no solo eso, sino que de nuevo está el
país ad-portas de una reforma constitucional.
La diferencia entre esta reforma y la de 1991 es que esta no tiene
como objetivo acabar con la extradición, sino refrendar acuerdos que hasta ahora se niegan a
revelar. ¿Qué me preocupa? Que estos
acuerdos se hacen con el beneplácito y el aval de regímenes como Cuba y Venezuela donde
la democracia es inexistente. La única conclusión lógica es que van a implementar
en Colombia su mismo modelo socio económico (si no, ¿a cambio de que lo hacen?).
Esta conducta del gobierno
de negociar mientras le apuntan con un arma, es una
lección que rápidamente aprenden los otros grupos que desean obtener la
impunidad para sus delitos. Por eso
vimos cómo, a días de una reunión exploratoria
en Quito, el ELN asesinó a doce soldados y secuestró a otros dos en Boyacá, un
día después de las “elecciones más pacificas de nuestra historia”.
Si, el legado de Pablo Escobar y
del M-19 vive.
Ana María Abello
Excelente escrito Ana María, se plasma de manera clara y concisa cómo un país tan violento como el nuestro va de mal en peor; de c*** pal' estanco, como reza el adagio popular. Hace unos días veía "Colombia, magia salvaje" y emocionado por la belleza física de nuestro país, concluía: "lastimosamente tenemos la peor gente"...
ResponderEliminarImpecable.
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